19.8.12

Emily Dickinson. 341

Un gran dolor deja tras sí solemnes sensaciones:
se te asientan los nervios como tumbas,
pregunta el yerto pecho si él fue quien lo sufrió,
y si ayer o hace siglos.

Mecánicos, los pies, van dando vueltas,
en el suelo, en el aire y en la nada.
Un confuso camino
surgido de repente.
Un contento de cuarzo, como roca.

Esta hora de plomo
es recordada si sobrevivimos
cual recuerdan la nieve los que en ella se helaron:
primero frialdad, luego estupor y luego ya ceder.



De "Soledad sonora"
de la editorial Pre-textos

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