31.10.12

María van Rysselberghe. Hace cuarenta años

   No me decía a mí misma que lo amaba: él era, sencillamente, lo principal. Aparte de él, ocupaban mi vida un amor muy alegre y la ternura de una hija. Mi existencia transcurría plena y placentera, sin frivolidad: el arte al que servían quienes me rodeaban era un dios difícil. Sin embargo, sin aquella criatura a la vez desfigurada y resplandeciente el mundo habría carecido de significado; sólo en él percibía lo irreductible que me corresponde. Él encarnaba la sensatez necesaria, mi centro de gravedad. Lo llamaré Hubert.
De "Hace cuarenta años"

No hay comentarios: