15.1.13

Ana María Navales. III

De pie
sobre un barco libre, mar y espinas
en el trago de la niebla, arrojo
la tierna elegancia de mis besos al vacío,
donde fui amante de los ángeles.
Alas encendidas cubrían mi cuerpo
y no la bruma que me borra el lugar
y las horas, el verso que se hiela
hasta ser cadáver, mancha agria
en el paisaje, rendija en el muro,
abrazo ausente de los labios
para decir amor, estatua, nada;
y sólo eso, invierno y el último canto.

De "Los labios de la luna"

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