Como a sorbos me bebes el alma.
Sé que su sabor es amargo y embriagante.
Pero no te suplicaré poner fin a este tormento.
A salvo en esta paz que ya dura semanas.
Cuando hayas acabado, dímelo. No me apena
que nada de mi alma quede en este mundo.
Saldré a caminar, pasearé por los senderos,
y me detendré a ver jugar a los niños.
Florece el grosellero en los jardines,
alguien carga ladrillos tras la cerca.
Ya no recuerdo quién eres: mi enemigo o mi amante,
aunque tampoco necesite saberlo.
Qué claro es este lugar y qué desolado,
aquí descansa mi agotado cuerpo...
Los transeúntes me miran y piensan vagamente:
seguro que ayer mismo ha enviudado.
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