9.2.14

Amy Lowell. Madonna de las flores vespertinas

Estuve trabajando todo el día,
ahora estoy cansada.
Digo ¿dónde estás?
Pero sólo se oyen los robles susurrando en el viento.
La casa está en silencio,
el sol brilla sobre tus libros,
sobre tus tijeras y tu dedal que acabas de dejar,
pero tú no estás ahí.
De repente estoy sola.
¿Dónde estás?
Voy a buscarte.

De pronto te veo
bajo la enramada azul de espuelas de caballero,
con una cesta de rosas en tu brazo.
Estás fresca como la plata,
y sonríes.
Pienso que las campanas de Canterbury
están tocando suaves tañidos.

Me dices que las peonías necesitan regarse,
que las aguileñas han invadido los límites,
que la pyrus japónica debería ser podada y redondeada.
Me dices estas cosas.
Pero yo te miro, corazón de plata,
corazón en llamas de bruñida plata,
ardiendo bajo las agujas azules de las espuelas de caballero.
Y deseo postrarme de inmediato a tus pies,
mientras a nuestro alrededor repican los fuertes
y dulces Te Deums
de las campanas de Canterbury.

De "El jardín de Sevenels"

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