13.6.14

Mary E. Wilkins Freeman. Una monja de Nueva Inglaterra

Atardecía y la luz declinaba. La sombra de los árboles en el patio era distinta. A lo lejos, las vacas mugían y tintineaba un cencerro; de vez en cuando, el traqueteo de un carro levantaba una nube de polvo; algunos jornaleros con camisa azul y pala al hombro pasaban por delante de la casa con andar cansino; en el aire apacible, pequeños enjambres de moscas danzaban arriba y abajo ante el rostro de la gente. De pura quietud, daba la impresión de que una moderada agitación planeara sobre todas las cosas como una premonición del descanso, el silencio y la noche.


De "Una monja de Nueva Inglaterra"
Uno de los relatos de la antología "Entre horas"

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