25.8.14

Margaret Atwood. El tiempo

Solíamos observar los pájaros,
ahora observamos el tiempo.
Nubes blancas, mullidas, como almohadas,
unas son grises como pulgares gigantes,
otras oscuras, llenas de un funesto sino.

Hubo un día en que no nos importaba.
Teníamos paraguas, teníamos hogares.
Pero mientras mirábamos a otro lado,
a las guerras, a otros divertimentos,
el tiempo se arrastraba detrás de nosotros
como una serpiente, un asesino o una pantera,
y luego se escapa.

Por qué fuimos tan descuidadas,
nos preguntamos, mientras el tiempo se precipita sobre el horizonte, verde
y amarillo, espesándose
con arena, miembros de cuerpos, sillas
rotas y alaridos.
Tras su estela, nos agostamos o nos ahogamos.

Cómo podríamos meterlo
en la bolsa o en la botella,
donde ocupaba tan poco?
Quién lo dejó libre?

Si el tiempo escucha a alguien,
no es a nosotros.
Es culpa nuestra?
Provocamos este desastre al respirar?
Sólo queríamos una vida feliz,
y que las cosas siguieran como antes.

El viento amaina. Hay un silencio,
el cielo se sosiega durante media hora.
Pero entonces vuelve el tiempo
-una vez y otra vez-,
un gran estruendo sin tregua,
que pisotea todo,
abrasando el aire.

Ciego, sordo y terrible,
no tiene mente propia.
O sí? Qué pasa si la tiene?
Imagina que tuvieras que rezarle.
Qué le dirías?

De "La puerta"

No hay comentarios: