16.8.14

Marina Tsvietaieva. Hay una hora para las palabras

Desde audibles lejanías
justicias altas
percute la vida.

Del hombro al que abre paso
la frente es posible.
Es posible desde el rayo
durante el día invisible.

En la cuerda muda polvo
brazada en la sábana.
Tributo al miedo propio
y a la propia nada.

De ardientes autojusticias
es la hora y de silentes ruegos.
Hora de la fraternidad sin tierra.
Hora de la orfandad del universo.

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