30.9.14

Laurence Alma-Tadema. A las puertas del paraíso

Y, en medio de la oscuridad, apareció ante nosotros otra visión. Anochecía; la estancia era grande y se hallaba poco iluminada; el alto techo y los lejanos rincones se perdían en la penumbra. Junto a la mesa donde ardía una lámpara, había un hombre de pelo blanco en una silla de respaldo elevado; vestía con elegancia, tal vez fuera un miembro del Consejo de los Diez; su barbilla descansaba en su pecho, pues estaba dormido; y su mano blanca de largos dedos, ajena al trabajo duro, yacía lánguidamente entre las páginas de un libro abierto sobre las rodillas.


De "A las puertas del paraíso"
En la antología "CUando se abrió la puerta"

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