Cada vez que te dejo retengo en mis ojos el resplandor de tu última mirada. • Y, entonces, corro a encerrarme, apago las luces, evito todo ruido para que nada me robe un átomo de la substancia etérea de tu mirada, su infinita dulzura, su límpida timidez, su fino arrobamiento. • Toda la noche, con la yema rosada de los dedos, acaricio los ojos que te miraron.
De "Poemas de amor"
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