Veo la descolorida bandera ondear sobre la aduana
y una nube amarilla sobre la ciudad.
Mi corazón tímido se encoge
y me duele respirar.
Volver a ser aquella niña junto al mar,
meter los pies desnudos en los zapatos,
hacerme una corona con mis trenzas,
y cantar con voz emocionada.
Mirar y mirar desde el portal
las oscuras cúpulas del templo en Jerson
y no saber aún que la felicidad y la gloria
acaban por marchitar los corazones.
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