27.10.14

Erica Jong. En el país de Sylvia Plath

         a Grace
La piel del mar
nada tiene que decirme.

La veo zambulléndose 
en sí misma

-más allá de la medusa en forma de campana
que no tañe para nadie-

y planeando regresar.

*

En Londres, en la humedad 
de una mañana londinense,
la veo sentada
plegándose y desplegándose
mientras la sangre
martillea como lluvia
en las ventanas de su corazón.

Éste es su país:
el mar, la lluvia
y la muerte rimando a medias
con el nombre de su padre.

Monosílabo obsceno,
se queda por un rato
en el techo
de la casa de la boca.

Me detengo aquí 
saboreando el sonido
como si fuera sal.

*

Pensaron que tu muerte
era tu último poema:
un libro negro
con cubierta grabada en oro
y páginas del color de la ceniza.

Pero yo pensé otra cosa,
sabiendo que la locura
no cree
en la metáfora.

Cuando comenzaste a sentir
el desplazamiento de los continentes
bajo tus pies,
la succión del mar
y cada átomo 
del aire envenenado,
perdiste
el lujo del símil.

Gritos de gaviotas, conchas rotas,
la costa acorralada.
Aquí termina Norteamérica,
cayendo
a las profundidades.

La muerte es diferente
en California.
Marilyn quedó fijada
en celuloide,
el marco rígido
y la luz
atravesándolo.

Bronce para su platinado,
Ondina, Ariel,
finalmente nadie,

Qué podríamos decirte
después de que te zambulliste en ti misma
y fuiste engullida
por tus poemas?


De "Frutas y verduras"

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