18.11.14

Edith Sitwell. Una canción en la mañana

En su noche de hojas la sollozante rosa
Dijo suspirando: «Ensombrecido está mi corazón y sombrío mi secreto amor.
No aparezca el fuego que habita en tu corazón ni su fulgor
Porque contemplar un arcoíris en la noche
Será la predicción de tu derribo.»

Pero vino la mañana y los grandes rocíos. Entonces la filosofía
De la lobreguez del corazón tuvo su fin. Y de la crisalida de mi etéreo reposo
Que se aquieta en mi forma como la luz o el rocío
Alcé y replegué mis alas: me alejé
De la porfídica oscuridad. Igual que la rosa
Tomé también mis cuidados en el matinal rocío
Viendo que vuelven lo inmóvil y la hora acabada
Para hacer desaparecer el estigma de nuestras manos. Y también en la mañana
Estoy como la rosa que aclama los encendidos alborozos y las quemantes pesadumbres
Caídas de las jóvenes venas y del corazón de la primavera; ya una vez detuvieron
La incitación al incendio del mundo y la rojez del verano,
La esperanza de la rosa. Porque pronto vendrá la mañana
Cuando la arcaica Prudencia y su invernal sueño
No sean más que la veleidad de la rosa...
La lumbre de las lágrimas semejará sólo el esplendor de la rosa

-Tampoco la tristeza será más oscura que su noche de hojas.



De "Cánticos del sol, de la vida y de la muerte"

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