eran pasteles de manzanas cociéndose
y motas de polvo acumulándose
y ropa blanca amarilleando
y costuras y dobladillos
que se deshacían inevitablemente,
yo casi nunca llevo una casa...
aunque en realidad me gustan las casas
y querría tener una limpia.
Como los minutos de mi madre
eran absorbidos por el rugir
de la aspiradora,
porque bailaba el vals con la lavadora-secadora
y se arrancaba los cabellos esperando a los técnicos,
yo envío fuera mi ropa sucia
y vivo en una casa polvorienta,
aunque en realidad me gustan las casas limpias
tanto como a cualquiera.
Soy lo bastante mujer
como para amar el amasado del pan
tanto como la sensación
de las teclas de la máquina
bajo mis dedos:
ligeras, ligeras.
Y el olor de la ropa limpia
y la sopa hirviendo
me son casi tan queridos
como el olor del papel y la tinta.
Desearía que no hubiera elección;
desearía poder ser dos mujeres.
Desearía que los días fueran más largos.
Pero son cortos.
De modo que escribo mientras
el polvo se acumula.
Me siento frente a la máquina de escribir
recordando a mi abuela
y a todas mis madres,
y los minutos que perdieron
amando las casas más que a sí mismas...
y el hombre que amo limpia la cocina,
refunfuñando sólo un poco,
porque sabe
que después de todos estos siglos
a él le resulta más fácil
que a mí.
De "Al filo del cuerpo"
1 comentario:
Encontré otra versión, sin embargo esta me gusta mucho más. Incluso tengo una errata del libro al que realmente pertenece, y a vos te creo.
Hermosa y potente E. J.
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