11.2.16

Sylvia Plath. El velo

Jade -
piedra del camino,
la parte de angustia

del inocente Adán, yo
sonrío, con las piernas cruzadas,
enigmática,

mudando mis claridades.
Tan preciadas!
Cómo dora el sol este hombro!

Y debería
la luna, mi
prima infatigable

surgir, con sus cancerosas palideces,
difuminar los árboles -
mínimas espesuras de pólipos,

mínimas mallas,
lo que puedo ver se esconde.
Resplandezco como un espejo.

Por este ángulo aparece el novio
señor de los espejos!
Es él mismo quien se guía

por entre estas pantallas
de seda, entre estos susurrantes ornamentos.
Respiro, y el velo

sobre mi boca agita su cortina
el velo
sobre mis ojos es

una concatenación de muchos arco iris.
Yo soy el suyo.
Incluso en su

ausencia, yo
rebusco en mi
bolsa de imposibles,

íntima y valiosa
en medio de estos periquitos, guacamayos!
Oh, charlatanes

guardianes de las pestañas!
Yo desplegaré
mis pumas, como el pavo real.

Guardianes de los labios!
Yo liberaré
una nota

que hará añicos
la lámpara
de aire que durante todo el día agita

sus perlas de cristal,
un millón de ignorantes,
Guardianes!

Guardianes!
Y cuando él dé otro paso
liberaré

liberaré -
de la pequeña muñeca llena de piedras
preciosas que él protege como a un corazón-

a la leona,
el grito de dolor en el baño,
el velo de los secretos.




De "Árboles en invierno"

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