piedra del camino,
la parte de angustia
del inocente Adán, yo
sonrío, con las piernas cruzadas,
enigmática,
mudando mis claridades.
Tan preciadas!
Cómo dora el sol este hombro!
Y debería
la luna, mi
prima infatigable
surgir, con sus cancerosas palideces,
difuminar los árboles -
mínimas espesuras de pólipos,
mínimas mallas,
lo que puedo ver se esconde.
Resplandezco como un espejo.
Por este ángulo aparece el novio
señor de los espejos!
Es él mismo quien se guía
por entre estas pantallas
de seda, entre estos susurrantes ornamentos.
Respiro, y el velo
sobre mi boca agita su cortina
el velo
sobre mis ojos es
una concatenación de muchos arco iris.
Yo soy el suyo.
Incluso en su
ausencia, yo
rebusco en mi
bolsa de imposibles,
íntima y valiosa
en medio de estos periquitos, guacamayos!
Oh, charlatanes
guardianes de las pestañas!
Yo desplegaré
mis pumas, como el pavo real.
Guardianes de los labios!
Yo liberaré
una nota
que hará añicos
la lámpara
de aire que durante todo el día agita
sus perlas de cristal,
un millón de ignorantes,
Guardianes!
Guardianes!
Y cuando él dé otro paso
liberaré
liberaré -
de la pequeña muñeca llena de piedras
preciosas que él protege como a un corazón-
a la leona,
el grito de dolor en el baño,
el velo de los secretos.
De "Árboles en invierno"
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