y por eso la sacrificamos.
Pero y si el diablo no fuera tan tonto?
Y si el diablo mucho después del sacrificio
empezara a pasearse por los márgenes:
apenas un pliegue al amanecer.
Él jugaba a desaparecer,
a mi madre
no le sorprendió
que no apareciera el día de la boda
y fue muy delicada conmigo, delicada
como una púa.
El pastel de boda (guardado en la despensa) yo sola me lo comí
trocito a trocito
todo
en los meses siguientes, sentada
en el salón muy tarde por la noche con todas las luces encendidas, masticando.
Su telegrama (al día siguiente) decía
Pero no llores por favor
nada más.
Cinco palabras por un dólar.
De "La belleza del marido"
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