5.7.16

Carolyn Kizer. Viuda en invierno

Ayer a la noche un bebé hacía gárgaras en la agonía
de un espasmo fatal. Mis hijos ya están grandes para
sofocamientos infantiles; entonces, otra vez tranquila me di cuenta
de que algún otro bebé perecía en la nieve.
Pero no. La gata estaba haciendo el amor nuevamente.

Más tarde bajé y la dejé entrar.
Le colgaba la cola, agitada por sus pecados.
A pesar de que había comido, le di otra cena,
estando yo hambrienta en todo sentido, y delgada
por hambrunas metafísicas que ella ni se imagina,

Bestia inútil! Y aún así, semejanzas
en mi mente: femenina y felina, a pesar de que
ella se lame de satisfacción, sin
siquiera importarle recostarse en la nieve.
Altiva y hecha un desastre, sin necesidad de elegir.

Como ex-animal miro con cariño
sus excesos y simplezas, y no volvería
a ellos; sin registrar en lo que me he convertido,
simplemente que mis nueve vidas repican en mis oídos una
y otra vez, retumban en esas austeridades,
estas disciplinas arbitrarias mías,
la mayoría de ellas triviales: como tapar
a los chicos camino a la cama y tratar
de vivir lo suficientemente bien sola, y no soñar
con forcejear en la nieve, garras clavadas en la piel

o despertar en un maullido de muerte.


En "De la nieve, los pájaros"

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