30.7.16

Marge Piercy. Canción del pato cagado

En cuanto a usarse siempre hay dos.
El manipulador baila con una pareja que se estafa a sí misma.
Hay mentiras que brillan tanto que aceptamos
dar un dedo y después un brazo
para dejar que se quemen.
Yo estaba deslumbrada por la multitud que pronunciaba mi nombre.
Ahora estoy parada afuera en la salida de la casa de los espejos, en el tobogán
leyendo mi guía de Marx en esperanto
y si no sé nunca más dónde es adelante
abajo es donde está mi cabeza, al lado de mis pies
con un bolsillo lleno de palabras y fechas de plástico.
La forma sigue a la función, dice el organizador
y se transforma en un broche,
en una aspiradora,
en una ametralladora.
La función sigue al análisis
pero el encéfalo
es sólo un búho en el árbol del yo.
Un tercio de vida vagamos en las grutas del sueño
donde gusanos relegados se transforman en dragones
donde el lápiz estropeado se hincha formando un roble
y las vacas de nuestros pecados tempranos vuelven a casa rumiando
y nos vuelven las caras tristes de nuestra niñez.
Volvé y fregá el piso, la mancha aún está allí,
volvé con tu cepillo y arrodillarte
fregá y fregá otra vez
nunca va a estar limpio.
La fantasía no realizada amarga el cerebro.
Los deseos enterrados brotan como hongos en el mentón de la mañana.
El deseo de ser totalmente racional
es el deseo de estar hecha de vidrio y acero.
No podemos ver con claridad más allá
de lo que pueden tocar nuestras manos.

La cucaracha sabe tanto como vos de vivir.
Confiamos con nuestras manos y nuestros ojos y nuestras
panzas.
La concha acepta.
Los dientes y la espalda rechazan.
Lo que tenemos que dar unos a otros:
Muda y misteriosa como el agua arremolinada.
Siempre en los largos pasillos de la psiquis
hay puertas que se abren y puertas que se cierran.
Nos levantamos cada día para dar a luz o matar
a seres que se escurren en nuestras manos como pececitos.
Dijiste: Soy el organizador, y agarraste y usaste.
Envolviste tu cabeza con teoría con yardas de gasa

Y tocaste a otras sólo con herramientas que se ajustan a tu tarea y si la herramienta se rompía agarrabas otra.
La arrogancia no es una virtud revolucionaria.
El manipulador libera sólo
a las locas topadoras del ego para nivelar el piso.
Yo fui una herramienta que gritó en la mano.
He estado amándote tanto tiempo, tan fuerte, tan intenso
y tu sabor es parte de mi lengua
y tu rostro se quema en mis párpados
y del polvo podría construirte con mis dedos
y ahora todo terminó.
Queramos o no
nuestras raíces van bajando a extrañas aguas,
somos criaturas de las estaciones y la tierra.
Siempre tuviste una razón y todavía las tenés
sonando como hojas secas de un árbol atrofiado.




En "De la nieve, los pájaros"
      

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