30.9.16

Edith Wharton. La edad de la inocencia

Una noche de enero, a principios de los setenta, Christine Nilsson cantaba Fausto en la Academia de Música de Nueva York. Aunque ya se hablaba de la construcción, a remotas distancias metropolitanas, «por encima de las Calles Cuarenta», de un nuevo Teatro de la Ópera que competiría en costo y esplendor con los de las grandes capitales europeas, el mundo elegante se contentaba todavía con reunirse cada invierno en los destartalados palcos rojos y dorados de la vieja y entrañable Academia. Los conservadores la adoraban porque era pequeña e incómoda, dificultaba el acceso de la «gente nueva» que Nueva York empezaba a temer sin por ello ser ajena a su atracción; los sentimentales se aferraban a ella por sus reminiscencias históricas, y los melómanos por sus excelentes condiciones acústicas, cualidad siempre tan problemática en las salas construidas para la audición de música.


Principio de "La edad de la inocencia"

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