6.12.16

Margaret Randall. Bajo ataque


         para Marian McDonald

Escuchen. Estas voces están siendo atacadas.

Ismaela, la de la oscura casa de tabaco. Abuela.
Empleada doméstica, una vida de inviernos,
nieta de esclavos. Me miraba fijo:
"Mi mamá solía decirme: un día de éstos
cagarán las gallinas para arriba!
Y yo me quedaba mirando los culos a las gallinas
preguntándome cuándo ocurriría.
Cuando echemos abajo a los grandes
y alcemos a los pequeños!"

"Para mamá, papá y el negro", escribió
en el poema que les dejó como despedida.
Nicaragua, 1977.
Desaparecer, o dejar que te desaparezcan.
Dora María, cuya madre
siempre la reconocía por su mirada.
Temblaba en su primer parto
y tomó sin miedo una ciudad.

Llueve y el río sube. Catalina
corre tras los patos que se desbandan.
"Y mis meses", decía,
bajo los cuatro palos de la casa
que construía una y otra vez.
"Me quitaron los meses en el hospital de Iquitos
y la luna llena trae la locura a mi cabeza".
Su cuerpo se desvanece cuando la toco.
Una voz de mujer que corta tal densidad de lluvia.

Xuan, mis manos frías entre las suyas,
evoca los barracones.
"Los soldados eran nuestros hermanos".
Noche tras noche, aldea por aldea.
Quang Tri, 1974. El fuego de las armas
reemplazado por una conversación íntima.
Esto sí que es obra de mujeres.
También la historia de Xuan está siendo atacada.

Dominga hace descender su memoria
de costurera, a Don Pedro,
a sus propias hijas muertas de hambre.
"Quiero contarte mi vida", me dice,
"quiero dejarla a los jóvenes
para que sepan".

Nos sentábamos en las mecedoras. Reíamos.
Esta mujer rescató la bandera
puertorriqueña en Ponce, en 1937.
Desconocida hasta que un libro
ofreció sus palabras. Su voz.

Les traigo estas mujeres. Escuchen.
Hablan pero sus vidas están siendo atacadas.

También a ellas les ha sido negada la residencia permanente
en "la tierra de los libres, el hogar de los valientes".




En "Esto sucede cuando el corazón de una mujer se rompe"

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