una fuente furiosa
se encauza por conductos hechos de troncos huevos
hacia una gran tinaja de madera musgosa
y desde allí rebosa a una cisterna de hormigón
y desde la cisterna mansamente
en arroyos modestos
hasta el prado con vacas
cuyo sendero acotan, blancos y primorosos,
los claveles silvestres.
Machado
hombre mayor
un hombre muerto,
aquí querría tenerte, vivo aún, mientras bebes
el agua helada y fiel que sabe a tierra,
recibiendo las voces que conforman
este torrente único,
contemplando sus danzas
de furia y gentileza,
creando el poema austero
que habrías entrevisto.
[Brunnenburg, 1971]
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