22.12.17

Rosana Acquaroni. Advertencia para el lector de oficio

El Jardín Navegable no existió nunca.
Acaso fue pulsado a tiempo por un domador de pájaros,
por un equilibrista ciego que sufrió durante siglos
el cautiverio de estas palabras.

Este es el manuscrito de una erosión.
Esta es la narración imposible de un instante.
El peldaño de la duda.
El borde fronterizo de una sílaba,
la cámara lenta de un abismo,
la aclimatación de la sonrisa,

(Mi padre moría una noche de verano, esto lo recuerdo,
y lo enterramos cuando todavía vivía para mí, pero era
tarde, lo sé, había muerto para el resto del día, para
el resto de los años, para el resto...)

los jardines erráticos, extintos,
donde, por un instante, caemos en la cuenta de que vivimos.


De "El jardín navegable"
    

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