11.1.18

Angela Carter. Una señora muy señoreada y su hijo en casa

   -Obligada a recluirme en mí misma, me volví estudiosa: me hacía ocho kilómetros hasta la biblioteca pública con los zuecos resquebrajados. Leía, leía, leía. Lo que fuese, todo lo que pillase... (...)
   "Pero era una adicta sin remedio, tanto valor tenían para mí aquellos libros que los llevaba a cuestas pegados al corazón, debajo de la camisola andrajosa fruto de la caridad de la parroquia, pero encima de la capa de papeles de periódico en la que mi madre nos envolvía para que no pasasemos frío, y que renovábamos cada otoño.
   "Mi mente creció en la oscuridad como una flor. Pero mi aislamiento aumentó. No podía transmitirles a mis padres mi amor, mi fascinación, mi auténtica avidez de cosas para el espíritu, para el intelecto... ni a mis profesores, puesto que los detestaba. 


De "Una señora muy señoreada y su hijo en casa"
De "Obra temprana"
En "Quemar las naves"
    

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