5.3.18

Jane Kenyon. Versos para Ajmátova

El tren nocturno de Moscú, atenuó la velocidad
y se acercó a tu ciudad, que dormía.
Un sonido de campanillas en el aire frío... Después
apareció el mozo cargado con vasos de té.
"Despierten, señoras! Estamos en Leningrado."

Los estrechos canales brillan oscuros todavía
bajo la luz de las farolas y, en los parques,
hay hojas doradas por los caminos de arena
y en los bancos de madera. Con la luz del día,
viejas vestidas de negro las barren
con escobas de ramas de abedul.

Tu trabajo, tu vida apasionada, tus estudios,
todo tuvo lugar aquí, donde el Partido
te silenció durante veinticinco años
por escribir de amor, una labor de burguesía.

Marido e hijo, amantes, compañeros queridos
fueron encarcelados o asesinados, emigraron
   o murieron.
Te volviste más retraída,
infranqueable como una puerta de los leones, y viviste
obstinadamente, aprendiéndote a Dante de memoria.

Al final sobreviviste al georgiano
genocida de bigote ancho como una serpiente.
Y, reconocida, ya vieja, escribiste:
No puedo decir si el día está por terminar, o el mundo,
o si el secreto de los secretos está dentro de mí otra vez.




De "Eagle Pond"
    

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