7.5.18

Isabel. Tensó (con Elías Cairel)

Señor Elias Cairel, sobre el amor
que yo y que vos teníamos
quiero, si os agrada, que me digáis la verdad,
ya que lo habéis llevado a otro lugar;
porque vuestro canto ya no suena como antes;
sin embargo, yo de vos ni un día me he alejado
ni en amor me habéis pedido cosa alguna
que no haya hecho yo tal como habéis ordenado.

Señora Isabel, valor,
alegría y mérito, juicio y sabiduría
solíais tener en aquellos días,
y si yo os alabé
en mis canciones, no lo hice por razones de amante,
sino por el honor y el beneficio que de ello esperaba,
así como hace el juglar alabando a la dama,
pero cada día me vais cambiando.

Señor Elías Cairel, no vi nunca
un amante como vos,
que cambiase a su dama por la riqueza;
y si yo por esto hablara mal de vos,
he dicho antes tanto bien que ninguno me creería;
pero bien podéis redoblar vuestra locura;
de mí os digo que ya voy mejorando,
pero hacia vos no siento amor ni deseo.

Señora, cometería una gran locura
si permaneciese aún en vuestro poder
y no me desespero en absoluto
si no logro ventaja ni honor;
vos quedaréis tal como la gente os describe
y yo iré a visitar a mi bella amiga
y su cuerpo gentil, gracioso y bello,
porque ella no tiene hacia mí sentimientos falsos ni engañosos.

Señor Elías Cairel a mi parecer
sois un hipócrita,
como el que finge sentir dolor
por algo que nada le importa.
Si me creyerais, os daría un buen consejo:
que volvierais a estar en el monasterio,
y que no os vuelva a oír cantar a mi persona,
si no es en las plegarias al patriarca Iván.

Señora Isabel, en el refectorio
no estuve nunca de mañana ni de noche;
más bien vos tendréis ahora la oportunidad,
que en breve tiempo perderéis el color.
Contra mi voluntad me hacéis decir cosas villanas
y he mentido, ya que no creo que en el mundo haya
una dama tan virtuosa ni de belleza tan perfecta
como voz, de quien he recibido daño.

Si os agradase, Señor Elías, quisiera
que me dijerais quién es vuestra amiga;
decídmelo y no dudéis,
que yo os reconoceré mérito, si ella tiene valor e inteligencia.

Señora, vos me pedís que haga una gran locura,
porque seguramente pederé su favor,
y por el miedo que me dan los envidiosos
no me atrevo a descubrir mi deseo.


En "Las trovadoras. Poetisas del amor cortés"


No hay comentarios: