4.5.18

Lizzie Doten. Amor y latín

Amo-amare-amavi-amatum

Queridas mías, nunca os caséis por el conocimiento,
(aunque eso por supuesto debería estar incluido),
pues a menudo la cabeza, y más en el colegio,
alcanza la sabiduría a costa de los sentimientos.
Dejadme decir algo que es cierto:
tuve un novio en mi juventud,
ciertamente lo llamaría mi "novio ideal",
ideal de masculinidad, verdad y virtud.

Oh, hablaba de los griegos y los romanos,
de los normandos, sajones y celtas,
y citaba a Virgilio, a Homero,
y a Platón y a... otro cualquiera.
Y me contó acerca de su inmortal afección,
surgidas de verbos griegos y sus declinaciones.

Una noche, como una taimada insinuación,
cuando la naturaleza se ocultaba bajo la nieve,
en mi ventana escribió sobre su vaho,
una dulce palabra en latín: "amo".
Oh, no necesitaba palabra alguna,
pues ya hacía tiempo que lo sabía todo;
pero he ahí una bella confesión
en tiempo presente e indicativo el modo.

Pero, oh, cómo varía la pasión de un hombre,
pues tras un año el invierno de nuevo llega,
y él cambia "amo" por "amare",
solo que en lugar de una "e" pone una "i griega".
Sí, una tal Mary fue la que cautivó
el corazón que una vez fue tan mío,
y yo, la rechazaba, sola en el frío,
no tuve más que abandonarme a la reflexión.

Desde entonces odio el latín,
y a los estudiantes excepcionalmente listos;
el amor verdadero siempre ha de estar ahí,
para que entre la mente y el corazón no haya conflictos.
Para ser buen ligüista y profesor,
sé que es mucho pedir, lo admito,
"Te quiero" debe decirse en español,
aunque el latín "amo" quede bonito.


De "Poemas de la vida interior"
     

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