31.12.17

Wislawa Szymborska. Consuelo

Darwin.
Dicen que para relajarse leía novelas.
Pero tenía sus exigencias:
no podían tener el final triste.
Si daba con una así,
la arrojaba furioso al fuego.

Verdad o falso,
yo lo creo con gusto.

Recorriendo con la razón tantas partes y tiempos
se topó con tantas especies muertas,
con tantos triunfos de los fuertes sobre los más débiles,
con tantos empeños de superviviencia,
tarde o temprano inútiles,
que al menos de la ficción
y de su micro escala
tenía el derecho de esperar un final feliz.

Así que obligatoriamente: un rayo de luz entre las nubes,
amantes de nuevo juntos, familias reconciliadas,
dudas resueltas, fidelidad recompensada,
fortunas recuperadas, tesoros hallados,
vecinos arrepentidos de sus resentimientos,
el buen nombre recuperado, la codicia ridiculizada,
solteronas casadas con respetables pastores,
intrigantes desterrados al otro hemisferio,
falsificadores de documentos tirados escaleras abajo,
seductores de castas mozas de camino al altar,
huérfanos acogidos, viudas reconfortadas,
soberbia humillada, heridas sanadas,
hijos pródigos invitados a la mesa,
el cáliz de la amargura derramado en el mar,
pañuelos húmedos de lágrimas de perdón,
cantos y musiqueo por todos lados;
y el perrito Fido,
perdido ya en el primer capítulo,
que corra de nuevo por la casa
y ladre alegremente!


En una antología poética
    

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